Las Google Glass fueron concebidas en los laboratorios secretos de Google X, que eran un hervidero de ideas futuristas allá por 2012: coches autónomos, casas inteligentes… y también unas gafas capaces de mostrar información digital superpuesta a la realidad, sin utilizar las manos y con control por voz. ¿Qué fue de las Google Glass? Conoce todo sobre Google la historia, auge, declive y legado de las gafas inteligentes de Google.
El proyecto fue liderado por un equipo formado por Babak Parviz, Steve Lee y Sebastian Thrun, quienes aprovecharon el know-how de Google en software y algoritmos para dotar a unas gafas ligeras —apenas 50 gramos— de conectividad WiFi, Bluetooth, cámara de 5 megapíxeles, sistema operativo Android modificado y un prisma que proyectaba datos sobre la lente derecha.
Google Glass: historia, auge, declive y legado de las gafas inteligentes de Google
La compañía aspiraba a que cualquier tarea cotidiana —consultar el tiempo, responder mensajes, grabar un vídeo, obtener indicaciones de Maps, buscar información— se pudiera hacer sin sacar el móvil del bolsillo, tan solo con mirar y decir “Ok Glass”. El concepto encajaba perfectamente con las tendencias de la época: cada vez dependíamos más del smartphone, pero también ansiábamos interactuar de forma más natural y cómoda con la información digital.
En 2012, Google presentó las primeras unidades en el evento Google I/O y causó sensación con una espectacular demo: paracaidistas transmitiendo en directo su punto de vista gracias a las gafas. Los medios de comunicación y los blogs tecnológicos se volcaron con el dispositivo, lo calificaron como “la próxima gran revolución” y la revista TIME la incluyó en su lista de grandes inventos de ese año.
El modelo Explorer Edition: expectación, primeras pruebas y la sombra del fracaso
Un año después de la presentación, Google lanzó la Explorer Edition, una edición limitada de las Google Glass dirigida a desarrolladores y techies dispuestos a pagarse los 1.500 dólares que costaba el capricho. El objetivo era crear un ecosistema de apps —la Mirror API— y preparar el terreno para un desembarco masivo en el mercado de consumo.
El revuelo fue enorme: se veían gafas en desfiles de moda, en eventos geek, en la televisión y hasta entre famosos dispuestos a presumir de pioneros. Pero tras el hype, pronto empezaron los problemas y las dudas:
- Autonomía insuficiente: la batería duraba poco y el uso intensivo apenas permitía cuatro horas seguidas.
- Privacidad y vigilancia: la idea de poder grabar vídeo o sacar fotos sin que nadie lo percibiera causó recelo social y prohibiciones en cines, casinos y hospitales.
- Dificultades de uso: el touchpad lateral y los comandos de voz no eran tan fluidos como cabría esperar, sobre todo en ambientes ruidosos o multilingües.
- Hardware limitado: resolución básica del display (640×360 píxeles), procesador modesto (OMAP 4430 Dual Core), sin ranura SIM, y la necesidad de estar vinculadas a un smartphone o red WiFi.
- Precio demasiado alto: los 1.500 dólares/euros alejaban a cualquier usuario medio.
Pese a todo, la expectación se mantuvo viva durante 2013 y parte de 2014. Google permitió que algunos Explorers invitaran a amigos al programa, hubo aplicaciones creadas por empresas de noticias, edición de fotografía, redes sociales… Se llegaron a usar en medicina (transmisiones de cirugías en vivo), educación, aviación y hasta arte.
El golpe definitivo: rechazo social, problemas de imagen y el fin del sueño para el público general
Muchas veces se comenta que la tecnología está lista antes que la sociedad, y las Google Glass son el ejemplo perfecto de cómo un avance puede estrellarse si no encaja en su tiempo. Durante 2013-2014, el proyecto empezó a sufrir el rechazo creciente de la opinión pública y de múltiples colectivos.
Había un miedo generalizado a la falta de privacidad: no se sabía si el usuario grababa, hacía fotos o simplemente miraba el reloj… Surgieron términos como “Glasshole” para referirse despectivamente a los poseedores de estas gafas. Además, su precio y su limitada disponibilidad convirtieron las Glass en un objeto elitista, símbolo de una brecha digital entre “ricos digitales” y el resto.
La situación llegó a tal punto que aparecieron blogs enteramente dedicados a “cazar” usuarios de Google Glass, se prohibió su uso en muchos establecimientos y hasta se registraron incidentes y agresiones a personas que las llevaban puestas.
El contexto, además, no ayudó: tras las filtraciones de Edward Snowden sobre el programa PRISM, creció el temor a la vigilancia masiva y el debate sobre quién controlaba la información grabada por estos dispositivos. Google, que ya cosechaba críticas por su manejo de datos con Android o Gmail, quedó aún más expuesta.
Todas estas circunstancias llevaron a que el propio Sergey Brin y altos directivos de Google reconocieran que la sociedad no estaba preparada para un producto así y que no se habían anticipado a la reacción negativa.
En enero de 2015, Google anunció el fin del programa Explorer y la retirada de las Glass del mercado generalista. Salvo algún stock residual, el público se quedó sin acceso a las gafas y el programa pasó a un “stand by” indefinido.
Intento de resurgir: Google Glass Enterprise Edition y el foco en el mercado profesional
Sin embargo, Google no estaba dispuesta a tirar la toalla. En 2017, tras varios años de perfil bajo, la compañía relanzó el proyecto en un formato radicalmente diferente: la Google Glass Enterprise Edition. La idea era aprovechar los puntos fuertes de las gafas (información manos libres, conectividad, cámara, IA) para resolver problemas muy concretos en entornos laborales, sobre todo en logística, manufactura, medicina y mantenimiento industrial.
La Enterprise Edition, y más tarde la Enterprise Edition 2 (lanzada en 2020), incorporaron sustanciales mejoras técnicas respecto al modelo Explorer:
- Procesador Qualcomm Snapdragon XR1 adaptado al nuevo perfil de usuario.
- Cámara de mayor calidad y LED indicador de grabación.
- Bluetooth 4.1, WiFi, USB-C y mejor autonomía para resistir largas jornadas de trabajo.
- Chasis más robusto y personalizable (monturas diferentes, posibilidad de cristales graduados).
- Enfoque en aplicaciones muy verticales: listas de tareas y notificaciones en tiempo real, escaneo de códigos QR, asistencia remota, formación de empleados, integración con sistemas de la empresa…
Google apostó por una estrategia diferente: las gafas se vendían solo a través de socios estratégicos, como Streye en España o Vuzix en otros mercados, dirigidas exclusivamente a empresas, y la customización del software recaía en los propios clientes o integradores de soluciones.
Esta vez, la barrera del precio seguía siendo significativa (unos 1.500 dólares/euros por unidad), pero la inversión resultaba mucho más justificable en sectores donde el retorno estaba claro: reducir errores, aumentar productividad, mejorar la formación e integración en flujos de trabajo digitales avanzados.
Pese a la buena recepción inicial entre algunos clientes, el producto nunca se consolidó como un estándar, y la competencia de otras soluciones (Microsoft HoloLens, RealWear, Vuzix, plataformas de RA y AR industriales) fue erosionando su cuota de mercado. En marzo de 2023 Google anunció el cese definitivo de su venta y el fin del soporte más allá de septiembre de ese año.
El legado de las Google Glass y el futuro de la realidad aumentada
Aunque podría pensarse que las Google Glass fueron simplemente un fracaso, su impacto real es mucho mayor de lo que parece. El experimento dejó muchas lecciones y ha influido profundamente en el desarrollo de múltiples tecnologías actuales.
- Comandos de voz y asistentes inteligentes: el trabajo realizado en Google Glass allanó el camino para la integración de acciones por voz en dispositivos como móviles, altavoces inteligentes (Google Assistant, Alexa), relojes y coches conectados.
- Realidad aumentada y mixta: la experiencia y el hardware desarrollados sirvieron de inspiración a otras plataformas como las Microsoft HoloLens, Vision Pro de Apple o los productos de Meta (Quest, Ray-Ban con IA).
- Conciencia sobre privacidad y ética tecnológica: el escándalo y la reacción pública ante la posibilidad de grabar sin consentimiento forzó a la industria a diseñar dispositivos más “discretos”, con indicadores visibles de grabación y un enfoque mucho más transparente en el tratamiento de datos.
- Segmentación de producto: Google aprendió la importancia de dirigir productos radicalmente innovadores en primer lugar a nichos profesionales donde el coste y la curva de aprendizaje se justifiquen antes que lanzarse a las masas.
Actualmente, aunque Google ha detenido por completo las Glass, la compañía colabora con Samsung en el llamado Project Moohan, cuyo objetivo es crear unas nuevas gafas de realidad aumentada competitivas con las Apple Vision Pro y los productos de Meta. El software sería Android XR y se espera una fuerte integración con IA y servicios en la nube. Mientras tanto, la competencia sigue lanzando prototipos y productos, demostrando que el concepto de gafas inteligentes (más discretas, asequibles y útiles) sigue estando muy vivo.
¿Por qué no triunfaron? Análisis de los errores de Google Glass
La historia de las Google Glass suele analizarse desde muchos ángulos, y varios expertos han identificado factores clave que explican su fracaso y rápida desaparición del mercado de consumo:
- La tecnología llegó demasiado pronto: en 2013-2014 la sociedad no estaba lista y las soluciones técnicas eran limitadas, tanto en batería como en miniaturización o en calidad de display.
- Falta de casos de uso relevantes para el usuario medio: la propuesta de “comodidad” al mostrar notificaciones no compensaba llevar una montura incómoda, cara y llamativa.
- Problemas de privacidad y percepción pública: la imagen del “Glasshole”, los incidentes sociales y la estigmatización mataron cualquier posibilidad de adopción masiva.
- Marketing desacertado: Google intentó vender algo disruptivo como si fuera un accesorio de moda o lujo, en vez de posicionarlo como herramienta práctica (similar a una GoPro).
- Desinterés de los desarrolladores: al no despegar el ecosistema de apps, el valor del hardware era muy limitado.
Muchos analistas, como Quinn Myers —autor del libro Google Glass: Remember the Internet no. 3— y los propios responsables del proyecto han reconocido públicamente estos errores, y advierten de la importancia de aprender de ellos para el futuro de la tecnología portátil y la realidad aumentada.
Otras empresas sí supieron recoger el testigo: Snapchat lanzó sus Spectacles como cámara portátil divertida, Microsoft apostó por la RA profesional con HoloLens, y Meta y Apple están redefiniendo el concepto con sus gafas de nueva generación. La idea central sigue viva; quizá no estábamos preparados… o quizá simplemente hacía falta una aproximación diferente.
El futuro de las gafas inteligentes: entre la nostalgia y la innovación
Hoy, en 2025, el panorama es radicalmente distinto: todo el mundo se ha acostumbrado a ver smartphones grabando y haciendo fotos a todas horas, la privacidad es un tema mucho más debatido y los avances tecnológicos permiten visores ligeros, discretos y potentes. La apuesta de empresas como Meta, Apple, Snap o Samsung está relanzando la categoría de gafas inteligentes con IA, realidad aumentada e integración total con la nube.
Google, lejos de renunciar al sector, colabora activamente en el desarrollo de nuevas plataformas XR, tanto en hardware como en software. Por mucho que las Google Glass quedaran como un episodio casi anecdótico, su influencia se nota cada vez que damos órdenes de voz, usamos la cámara en unas Ray-Ban Stories o llevamos una pantalla delante de los ojos sin llamar la atención.
El recorrido de las Google Glass es la prueba de que innovar en hardware requiere mucho más que una buena idea: hace falta entender a las personas, anticipar reacciones sociales, y sobre todo, tener paciencia para esperar a que la sociedad asimile los cambios que propone. Quién sabe si, dentro de unos años, veremos una nueva generación de gafas inteligentes capaces de hacer realidad aquel sueño, ahora sí, para todos.
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