El gran intento por llevar los datos de la red a la vida real ya está patentado. Google acaba de recibir la aceptación del registro de varias patentes de su wearable display device, o lo que es lo mismo, las gafas de realidad aumentada que ha codificado como Project Glass. Aunque Google no es muy amigo de las patentes y más para un producto que va a funcionar con Android, se ha curado en salud al menos en lo que se refiere a su diseño.
Los ingenieros de Google que andan en el proyecto presentaron tres patentes ante la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos (USPTO) relacionadas con el diseño del dispositivo, cuando nadie sabía nada de la existencia de este proyecto. La USPTO se las ha concedido.
Hace poco contábamos aquí cómo un equipo de Google X, el más o menos secreto laboratorio de investigación de Google, había anunciado en Google + las líneas maestras de su Project Glass, anuncio que acompañaron con un vídeo muy prometedor.
En él se podía ver unas gafas especiales en acción. Con una serie de sensores incorporados, una cámara y un display especial como lentes, mostraban gran cantidad de información ante los ojos del que las portaba. Se trata de una experiencia de realidad aumentada pero con toda la potencia de la información que gestiona Google. Android sería el encargado de hacer funcionar esta especie de smartphone con forma de gafas.
Sin embargo, las tres patentes no entran en el funcionamiento concreto de las gafas, sino que buscan proteger su apariencia. En concreto, cada una de las patentes intenta proteger variaciones en la forma y apariencia del mismo dispositivo. Varios prototipos están siendo ahora mismo probados por empleados de Google y también por algunos de sus principales directivos, como Vic Gundotra o el propio Sergey Brin.
Vía CNet.
¿Qué protegen exactamente estas patentes?

Los registros se centran en el diseño industrial: monturas con prisma de proyección, integración discreta de cámara, y distintas configuraciones que distribuyen batería, touchpad y sensores a ambos lados. En la documentación se habla a menudo de un dispositivo montado en la cabeza con elementos ópticos, más que de “gafas” de forma explícita, una redacción habitual para proteger variantes estéticas sin limitar el alcance a una sola forma.
Del concepto a la experiencia: cómo se imaginaba Google Glass

El vídeo conceptual mostraba un uso cotidiano: recordatorios en el campo de visión al preparar el café, estado del tiempo al mirar por la ventana, mensajería y llamadas con la voz, y navegación paso a paso superpuesta mientras caminas. Todo sin sacar el móvil: las gafas permiten hacer y recibir llamadas, grabar vídeo y tomar fotos. La combinación de sensores inerciales, micrófonos y cámara es la que habilita esta experiencia de manos libres.
La exposición mediática fue enorme: desde su aparición en listados de innovaciones destacadas hasta cameos en series populares y presencia en pasarelas, el dispositivo nació bajo un fuerte halo de interés. Ese impulso atrajo a desarrolladores con un programa temprano que abría la puerta a crear las primeras aplicaciones para el ecosistema.
Seguridad, accesibilidad y control: más registros clave
Google también ha protegido ideas orientadas a la seguridad: un sistema antirrobo que bloquea las gafas si detecta movimientos anómalos incompatibles con su uso normal y que, en caso de extracción violenta, active una alarma y mecanismos de aviso. En accesibilidad, hay propuestas para transcribir en tiempo real lo que se habla y superponerlo cerca del interlocutor, además de indicar la fuente de los sonidos (persona, vehículo, animal, instrumento), algo posible con una matriz de micrófonos 360°. El control contempla un touchpad lateral operable con un dedo, sumado a comandos de voz y gestos sutiles.
De la expectación al uso profesional
La primera etapa pública atrajo a entusiastas y desarrolladores, pero pronto afloraron limitaciones de batería y un ecosistema todavía verde. Además, surgieron fuertes preocupaciones de privacidad por la cámara siempre disponible, lo que llevó a restricciones en determinados espacios. Con el tiempo, el proyecto tomó un rumbo claro hacia el ámbito empresarial con mejoras en hardware y en el software de gestión Android Enterprise: procesadores específicos para XR, cámara mejorada con LED de privacidad, conectividad Wi‑Fi/Bluetooth, USB‑C y mayor autonomía. En ese marco llegaron los usos de mayor impacto: teleasistencia quirúrgica y formación médica, logística y mantenimiento industrial con manos libres, checklist de aviación o flujos guiados en fábricas.
En paralelo, el mercado aprendió lecciones sobre aceptación social: un diseño menos intrusivo, señales visuales claras cuando la cámara está activa y políticas de uso responsables. La conversación regulatoria ha ido incorporando normas como RGPD y ePrivacy, así como buenas prácticas: almacenamiento local cuando sea posible, endurecimiento del sistema y formación específica para usuarios.
Contexto del sector y enfoques técnicos alternativos
Existen soluciones de realidad aumentada que no son semitransparentes, sino de vídeo pasante estereoscópico: añaden dos cámaras gran angular a unas gafas de realidad virtual y fusionan en tiempo real el entorno con objetos virtuales en una CPU, alcanzando campos de visión envolventes superiores a los de los visores ópticos clásicos. Este enfoque maximiza inmersión y precisión de registro, a costa de mayor complejidad y latencia a gestionar. Glass, por su parte, apostó por la proyección óptica semipermeable y un formato de uso diario, con énfasis en ligereza, discreción y acceso rápido a información contextual.
Así, el mosaico de patentes de Google delimita dos planos: proteger el diseño icónico de un wearable cotidiano y explorar funciones que refuerzan seguridad, accesibilidad y usabilidad. La evolución del proyecto demuestra que las gafas inteligentes encajan mejor donde aportan eficiencia inmediata y control del entorno, sin perder de vista la aceptación social y las reglas de privacidad que marcarán su despliegue futuro.



